Cadires

La Mont, después de muchos años harta de cargar el estigma de ser considerada sólo una actriz cómica, tenía ganas de hacer una obra «profunda» para reflexionar sobre la vejez y el paso del tiempo. Una obra como Las sillas de Ionesco, aquel mito del «teatro del absurdo» en el que dos viejos preparan una sala vacía llena de sillas para transmitir a unos invitados -que quizá ya no vendrán nunca- el mensaje conclusivo de toda una vida.

Oriol -probablemente el actor que más personajes ha representado nunca en el Teatro Nacional de Cataluña-estaba un poco cansado de las excentricidades del teatro contemporáneo y tenía unas ganas enormes de hacer un teatro más «relajado». A pesar de su trayectoria en el mundo de la escena más «alternativa» y estrambótica, Oriol comenzó haciendo zarzuelas y teatro infantil, y de vez en cuando todavía se pregunta si no habría sido más feliz si hubiera podido dedicar a hacer teatro popular sin aspiraciones artísticas ni intelectuales.

La Mont fue a buscar Oriol convencida de que le abriría las puertas de algunos teatros públicos o subvencionados, ya Oriol le pareció que con una estrella cómica como la Mont conseguiría, por fin, volver al teatro más entretenido para pasar el rato. Pero la realidad fue que durante varios años ambos actores recorrieron los diferentes despachos de programadores con sus propuestas, sin mucho éxito. Ahora bien: de golpe, las cosas parecen haber cambiado, y estas dos viejas glorias del teatro catalán por fin podrán plantar sus sillas en un escenario que las acoja con los brazos abiertos …